---Estábamos en el paraíso. En el paraíso no
ocurre nunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.
---Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?
---Es de día, pero aún hay estrellas. El sol
viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.
---Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy
desnuda, macerada, y huelo a ti.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los
dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el
cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas.
La noche
que fue ayer fue de la magia. En la noche hay tambores, y los animales duermen
con el olfato abierto como un ojo. No hay nadie en el aire. Las hojas y las
plumas se reunen en las ramas, en el suelo, y alguien las mueve a veces, y
callan. Trapos negros, voces negras, espesos y negros silencios, flotan, se
arrastran, y la tierra se pone su rostro negro y hace gestos a las estrellas.
Cuando pasa el miedo junto a ellos, los
corazones golpean fuerte, fuerte, y los ojos advierten que las cosas se mueven
eternamente en su mismo lugar.
Nadie puede dar un paso en la noche. El
que entra con los ojos abiertos en la espesura de la noche, se pierde, se
asaltado por la sombra, y nunca se sabrá nada de él, como de aquellos que el mar ha recogido.
----Eva, le dijo Adán,
despacio, no nos separemos.
---¿Has
visto cómo crecen las plantas? Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es
el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas, el agua asciende
al aire, como cuando te quedas viendo el cielo del mediodía y tus ojos empiezan
a evaporarse.
Las plantas crecen de un
día a otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El
terrón enmohecido, la costra de los viejos árboles, se desprende, regresa.
¿Lo has visto? Las plantas
caminan en el tiempo, no de un lugar a otro: de una hora a otra hora. Esto
puedes sentirlo cuando te extiendes sobre la tierra, boca arriba, y tu pelo
penetrada como un manojo de raíces, y toda tú eres un tronco caído.
---Yo quiero sembrar una semilla
en el río, a ver si crece un árbol flotante para treparme a jugar. En su
follaje se enredarían los peces, y sería un árbol de agua que iría a todas
partes sin caerse nunca.
----Ayer
estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembras son más
tersas, más suaves y más daniñas- Antes de entregarse maltratan al macho, o
huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas,
enardiéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden
a diferentes horas?
Ahora que estás dormida
debías responderme. Tu respiración es tranquila y tienes el rostro desatado y
los labios abiertos. Pordías decirlo todo sin aficción, sin risas.
¿Es que somos distintos?
¿No te hicieron, pues, me di costado, no me dueles?
Cuando estoy en ti, cuando
me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el
insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la
muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos , en nuestros
brazos, y yo empiezo a crecer como el día.
Algo he de andar buscando
en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? Me
haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo
sé que tuve.
----Mira,
ésta es nuestra casa, éste nuestro techo. Contra la lluvia, contra el sol,
contra la noche, la hice. La cueva no se mueve y siempre hay animales que
quieren entrar. Aquí es distinto, nosotros también somos distintos.
-----¿Distintos porque nos defendemos,
Adán? Creo que somos más débiles.
-----Somos distintos porque queremos
cambiar. Somos mejores.
-----A mí no me gusta ser mejor. Creo que
estamos perdiendo algo. Nos estamos apartando del viento. Entre todos los de la
tierra vamos a ser extraños. Recuerdo la primera piel que me echaste encima: me
quitaste mi piel, la hisiste inútil. Vamos a terminar
por ser
distintos de las estrellas y ya no entenderemos ni a los árboles.
-----Es que tenemos un que se llama
espíritu.
-----Cada vez tenemos más miedo, Adán.
-----Verás. Conoceremos. No importa que
nuestro cuerpo.....
-----¿Nuestro cuerpo?
-----...esté más delgado. Somos inteligentes.
Podemos más.
-----¿Qué te pasa? Aquella vez te
sentaste bajo el árbol de la mala sombra y te dolía la cabeza. ¿Has vuelto? Te
voy a enterrar hasta las rodillas otra vez.
---El
tronco estaba ardiendo cuando se fue la lluvia. El rayo lo venció y se
introdujo en él. Ahora es un rayo manso. Lo tendremos aquí y le daremos de
comer hojas y yerbas. Me gusta el fuego. Acércale tu mano poco a poco; te
acaricia o te quema; puedes saber
hasta dónde
llega su amistad.
-----A mí me gusta porque es rojo y
azul y amarillo, y se mueve en el aire y no tiene forma, y cuando quiere dormir
se esconde en la ceniza y vigila con ojitos rojos desde dentro. ¡Qué simpatico!
Luego se alza y empieza a buscar; su alla cerca una rama la devora. ¡Me gusta,
me gusta, me gusta! ¡Le cuidaré, no estorba, es tan humilde!
-----Es orgulloso, pero es bueno. ¿Qué
te pasa? Te has quedado...
-----Nada.
-----Tienes los ojos abiertos y estás
dormida. ¿Me oyes? También se ha metido en ti. Lo veo en el fondo de tus ojos,
como una culebra, enamorándote. Te quedas quieta mientras él te recorre
ávidamente. Giras en torno al fuego sin moverte.
Fuego lento, preciso, árbol
continuo, nos atraen tus hojas instantáneas, tu tronco permanente. Déjanos
estar junto a ti, junto a tu amor hambriento. Creces aniquilando, medida de la
destrucción, estatura hacia dentro, duración hacia atrás, tiempo invertido,
muerte muriendo, nacimiento.
Déjanos estar en tus
párpados incesantes, investigar contigo lo que buscas, luz en fuga perpetua, en
ti, como tú misma, en nosotros.
----¿Qué es
el canto de los pájaros, Adán?
-----Son los pájaros mismos que
se hacen aire. Cantar es derramarse en gotas de aire, en hilos de aire,
temblar.
-----Entonces los pájaros están
maduros y se les cae la garganta en hojas, y sus hojas son suaves, penetrantes,
a veces rápidas. ¿Por qué? ¿Por qué no estoy madura yo?
-----Cuando estés madura te vas a
desprender de ti misma, y lo que seas de fruta se alegrará, y lo que seas de
rama quedará temblando. Entonces lo sabrás. El sol no te ha penetrado como al
día, estás amaneciendo.
-----Yo quiero cantar. Tengo un
aire apretado, un aire de pájaro y de mí. Yo voy a cantar.
-----Tú estás cantando siempre
sin darte cuenta. Eres igual que el agua. Tampoco las piedras se dan cuenta, y
su cal silenciosa se
reúne y
canta silenciosamente.
----Hace
días salió Adán y no ha vuelto. Ay, yo era feliz, yo era feliz.
He tenido miedo, no he podido
dormir.
Estoy sola, ¿por qué no regresa?
Salí a buscarlo pero él no estaba, lo llamé. Me asusta la noche, ¿qué puedo
hacer sin él? Todo es muy grande, muy largo, sin rumbo. Estoy perdida, rodeada
de cosas extrañas. ¿por qué no vuelve ya?
Adán, Adán, Adán, se ca a apagar
el fuego, me voy a apagar yo, y tú no vuelves. ¿Qué vas a encontrar?
Y Eva se ha quedado dormida. Y
estaba dormida cuando llegó Adán.
Adán llegó cansado pero no
descansó. Se puso a mirarla, y la estuvo mirando por primera vez.
----¡Qué
fresca es la sombra del plátano! De una hoja de plátano se desprenden infinitas
hojas de agua que están descendiendo siempre. Me gustan las hojas verdes,
acanaladas, y los racimos, y los retoños unánimes, agudos, como una bandada de
peces hacia arriba. ¿Has visto el tronco? Es un panal de agua.
Me gusta el platanar con su
humedad sombría y derribada, son su kecho en que se pudre el sol y con sus
hojas golpeadas y tranquilas. Me gusta el platanar cuando llueve porque suena
sonoramente, porque se alegra como una bestia bañandose y saltando.
Me gusta la sombra del plátano y
sus pequeños nidos de aire, y el aire dulce y torpe aprendiendo a volar. Me
gusta tirarme en el suelo sin raíces y sentir cómo transcurre el agua y
quedarme inmóvil, oyendo.
Fuimos al
mar. ¡Qué miedo tuve y qué alegría! Es un enorme animal inquieto. Golpea y
sopla, se enfurece, se calma, siempre asusta. Parece que nos mirara desde
dentro, desde lo hondo, con muchos ojos, con ojos iguales a los que tenemos en
el corazón para mirar de lejos o en la obscridad.
En un principio nos tiró varias
veces. Después Adán se enfureció y se puso a dar de puñatazos a las olas. A mí
me dio risa, me quedé en la playa mirando. Adán no podía. Al rato salió
cansado, húmedo, y no dijo nada, y se durmió.
Entonces me puse a oír el mar. Ya
iba obscreciendo. Suena igual que la noche, con su vasto, infinito silencio,
con una honda voz. Se extiende su sonido obscuro y nos penetra por todas
partes. Es su sonido de agua
espesa, de agua que quiere levantarse como un animal herido.
De ahora en adelante viviremos a
la orilla del mar. Aquí están a la misma altura el sol y el mar, a la misma
profundidad las estrellas y los grandes peces.
Aprenderemos el mar. Él también
tiene sus montañas y sus vastas llanuras, sus pájaros, sus minerales, y su
vegetación unánime y difícil. Aprenderemos sus cambios, sus estaciones, su
permanencia en el mundo como una enorme raíz del árbol de agua que aprieta la
tierra, el árbol inmenso que se extiende en el espacio hasta siempre.
El mar es bueno y terrible como
mi padre. Yo le quiero decir padre mar. Padre mar, sosténme, engéndrame de
nuevo en tu corazón. Hazme incorruptible, reveptora del mundo, purificadora a
pesar.
Es una
enorme piedra negra, más dura que las otras, caliente. Parece una madriguera de
rayos. Tumbó varios árboles y sacudió la tierra. Es de ésas que hemos visto
caer lejos, iluminadas. Se desprenden del cielo como las naranjas maduras y son
veloces y duran más en los ojos que en el aire. Todavía tiene el color frío del
cielo y está raspada, ardiendo.
-----Me gusta verlas caer tan
rápidas, más rápidas que los pájaros que tiras. Allá arriba ha de haber un
lugar donde mueren y de donde caen. Algunas han de estar cayendo siempre;
parece que se van muy lejos, ¿a dónde?
-----Ésta vino aquí. Pero la
llevaré a otro sitio. La voy a echar rodando hasta los bambúes, los va a hacer
tronar. Quiero que se enfríe para abrirla.
-----¡Abrirla! ¿Qué tal si sale
una bandada de estrellas, si se nos van? Han de salir con ruido, como las codornices.
Eva ya no
está. De un momento a otro dejó de hablar. Se quedó quieta y dura. En un
principio pencé que dormía. Más tarde la toqué y no tenía calor. La moví, le
hablé. La dejé allí tirada.
Pasaron varios días y no se
levantó. Empezó a oler mal. Se estaba pudriendo como la fruta, y tenía moscas y
hormigas. Estaba muy fea.
La arrastré afuera y le puse
bastante paja encima. Diariamente iba a ver cómo estaba, hasta que me cancé y
la llavé más lejos. Nunca volvió a hablar. Era como una rama seca.
No sirve para nada, no hace nada.
Poco a poco se la come la tierra. Allí está.
Se la come el sol. No me gusta.
No se levanta, no habla, no retoña.
Yo la he estado mirando. Es
inútil. Cada vez es menos, pesa menos, se acaba.
XIV
Ah, tú,
guardadora del mundo, dormida, preñada de la muerte, quieta. ¡Qué fácil es
hablarte, hablarme! Hombre solo soy, quedé. Quedé manco,
podado; a mi mitad quedé. Aquí me muero. Porque los ojos de la muerte me han
visto y giran alrededor cazándome, llevándome. Aquí me callo. De aquí no me
muevo.
XV
Bajo mis
manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave, infinito. Bajo
mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo; bajo mis ojos que lo
quedan viendo toda la noche. Me doy cuenta de qe tus pechos crecen también,
llenos de ti, redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto,
lejos. Mi hijo te está haciendo
más dulce, te hace frágil. Suenas como la pata de paloma al quebrarse. Guardadora, te amparo contra todos los
fantasmas; te abrazo para que madures en paz.