LOS HE VISTO EN EL CINE,       

frente a los teatros,          

en los tranvías y en los parques,

los dedos y los ojos apretados.

Las muchachas ofrecen en las salas oscuras

sus senos a las manos

y abren la boca a la caricia húmeda

y separan los muslos para invisibles sátiros.

Los he visto quererse anticipadamente, adivinando 

el goce que los vestidos cubren, el engaño  

de la palabra tierna que desea,

el uno al otro extraño.

Es la flor que florece

en el día más largo,

el corazón que espera,

el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio. 

 

Esa niña que hoy vi tenía catorce años.

a su lado sus padres le miraban la risa

igual que si ella se la hubiera robado.  

 

Los he visto a menudo

---a ellos, a los enamorados---

en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,

encontrarse en la carne,

sellarse con los labios.

Y he visto el cielo negro

en el que no hay ni pájaros, 

y estructuras de acero

y casas pobres, patios,

lugares olvidados.

Y ellos, constantes, tiemblan,

se ponen en sus manos,

y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,

igual que un viejo abuelo desengañado.