VAMOS A GUARDAR ESTE DÍA

entre las horas, para siempre.

El cuarto a obscuras,

Debussy y la lluvia,

tú a mi lado, descansando de amar.

Tu cabellera en que el humo de mi sigarrillo  

flotaba densamente, imantado, como una mano acariciando. 

Tu espalda como una llanura en el silencio  

y el declive inmóvil de tu costado

en que trataban de levantarse, como de un sueño, mis beso.

                                             

La atmósfera pesada de encierro, de amor, de fatiga, 

 con tu corazón de virgen odiándome y odiándote.

Todo ese malestar del sexo ahíto,

esa convalecencia en que nos buscaban los ojos

a través de la sombra

para reconciliarnos.

Tu gesto de mujer de piedra,  

última máscara en que a pesar de ti te refugiabas, 

domesticadas tu soledad.

Los dos, nuevos en el alma, preguntando por qué.

Y más tarde tu mano apretando la mía,

cayéndose tu cabeza blandamente en mi pecho,

y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello.

Vamos a guardar este día

entre las horas para siempre.